A cinco años de su secuestro, se verifica que
sin Julio López no hay Nunca Más
Los rastros de su desaparición en la democracia argentina
Así como no hay violación de los derechos humanos que no tenga un discurso justificatorio, cada agravio a la condición humana agravia a la humanidad entera y deja rastros más que perceptibles en el tramado de la vida social.
Si bien es cierto que nadie reivindicó el secuestro de Julio López, ni su justificación; ha habido en estos cinco años silencios que han sido discursos y discursos que han pretendido adjudicar a su secuestro una especie de “pago” que la sociedad ha debido hacer por avanzar en los juicios, asumiendo un signo fatalista para su pensamiento que generalmente rechazan en el análisis de otros asuntos.
A cinco años de su secuestro y desaparición forzada afirmamos rotundamente que el crimen pudo haberse evitado y que pudo haberse esclarecido. Jamás aceptaremos que la impunidad es fatal e inevitable; la lucha del movimiento de derechos humanos –en toda su diversidad y enorme amplitud- demostraron que no hay obstáculo que no se pueda remover si de conquistar Justicia se trata para las víctimas del Terrorismo de Estado u otros agravios del aparato estatal.
No hubo, ni hay, un plan de protección a los testigos, querellantes, abogados y demás fuerzas que intervienen en los juicios contra los genocidas (así lo acaba de afirmar –abril 2011- el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos Américo Incalcaterra en un informe demoledor donde afirma: Al momento de la desaparición de López"Argentina no estaba preparada", para hacer frente a esa situación. Además, el Estado no se encontraba en condiciones de proteger a la enorme cantidad de testigos de crímenes de lesa humanidad en ese entonces. "Sólo contaba con un pequeño plan nacional de protección de testigos de alto riesgo en casos de crimen organizado y tráfico de drogas", agrega el informe. Al año siguiente, Néstor Kirchner amplió el mandato del Programa Nacional de Protección de Testigos e Imputados (PNPT) -que viene a funcionar como el padre del sistema- reconociendo el problema. Pero no lo solucionó."La falta de coordinación entre las varias instituciones se ha documentado ampliamente", añade el informe. Es que en Argentina funcionan cuatro programas de protección (el PNPT, el PVJ, el PNNA y el CAVTE) con objetivos casi calcados que confunden a jueces y testigos que no saben a dónde y a quién recurrir en cada caso. Lo cierto es que al margen del revuelto de gramajo que significan los mandatos de estos programas, la mayoría de las personas entrevistadas considera que las medidas de protección "no son adecuadas para testigos en juicios de derechos humanos", dice el informe.[1]
Por nuestra parte quisiéramos traer al debate lo que planteamos al momento del asesinato de la compañera Silvia Suppo en marzo de 2010: “El solo hecho que se haya instalado como posible la hipótesis de que el asesinato de Silvia Suppo pueda haber sido obra de un grupo de tareas o un crimen por encargo a un sicario revela el agotamiento de una estrategia equivocada: la de pensar la seguridad de los testigos en los juicios por delitos de lesa humanidad desde la lógica de la lucha contra los narcotraficantes: custodia personalizada, entrega de celulares del tipo “antipánico”, para no hablar de los ridículos consejos del Director del Programa Nacional de Protección a Testigos e Imputados de cambiarse la cara mediante una operación de cirugía plástica….. El enfoque de “proteger los testigos” presupone convivir con la impunidad y pensar que con medidas técnicas, por otro lado imposibles de implementar masivamente dado el número de testigos que ya han testimoniado o han sido ofrecidos en los juicios orales realizados, en desarrollo o en preparación, se podrá resolver el problema”.
Se trata, agregamos ahora, de pensar la protección en forma integral y de un modo “tradicional”: ¿quién puede estar interesado en impedir el desarrollo de los juicios? y ejercer acciones preventivas sobre ese grupo de ex represores, civiles involucrados en el genocidio que temen ser imputados, grupos económicos favorecidos por el Terrorismo de Estado, etc. No en balde, el único caso de amenazas esclarecido, el del accionar de La Hermandad de la ciudad de Reconquista, Provincia de Santa Fe, se resolvió investigando los posibles agresores, como manda el abc del manual de la investigación. Para ello, el gobierno debe superar el límite cultural que implica asimilar la impunidad estatal con la presunción de inocencia; como bien demostrara Mario Wainfield en el debate sobre Patti no son para nada valores similares: la presunción de inocencia es una garantía constitucional de los derechos humanos, la impunidad que gozan los perpetradores del genocidio es una acción estatal que busca proteger la violación de los derechos humanos y es por naturaleza, contraria a derecho como la decisión de la Sala II de Casación de sacar los Generales asesinos de la cárcel. Bajo la fachada de la “normalidad” procesal se defiende la impunidad en todas sus formas, es hora de terminar con ella y encarar el proceso de los juicios desde una estrategia estatal unificada que garantice la continuidad del proceso hasta sus últimas consecuencias que no pueden ser otras que juzgar al Poder Económico y al Imperialismo Yanqui que lo organizaron y se beneficiaron de él.
Al momento de hablar de la desaparición de Julio López no todos nombran otra desaparición, ocurrida en aquellos días, y es justamente la del debate propuesto por el fallo del Tribunal Oral Federal Número Uno de La Plata quien al atender que la normativa vigente no daba cuenta de lo realmente ocurrido y por ello considerar los delitos cometidos por Etchecolatz “realizados en el marco de un genocidio” proponía un debate sobre todos los temas atinentes a la tarea de juzgar, treinta y cinco años después, a un genocidio, tarea nunca antes acometida por tribunales nacionales en el país donde el genocidio se perpetró.
La falta de un debate en forma, la ausencia de una estrategia estatal unificada que de cuenta del “contrato social” de juzgar el Genocidio que reconoce el Dr.: Lorenzetti desde la presidencia de la Corte Suprema de Justicia, han derivado en un proceso judicial que avanza a ciegas, enfrentando reiteradamente los mismos escollos, sometiendo a los testigos a la dura tarea de enfrentar sus represores con la palabra una y otra vez, sin salir de la fragmentación que la Justicia impuso a las causas por negarse a pensar el Terrorismo de Estado tal como este se cometió: centralizado y estructurado desde la Comandancia de los Cuerpos del Ejercito que organizaban zonas, áreas y centros clandestinos de exterminio. Para no alargar, digamos que a pesar de todos los avances –que hemos celebrado más de una vez- a ocho años de la anulación de las leyes de la impunidad, solo hay tres fallos confirmados por la Corte Suprema, los otros catorce o quince, que afectan a unos doscientos veinte represores, esperan su turno en las sucesivas instancias donde los abogados defensores (muchos de ellos del Ministerio Público de Defensa o sea pagados por el Estado y a su orden) de los represores reiteran pedidos de nulidad con la complacencia de una parte del Poder Judicial, como se acaba de verificar en el fallo de la Sala II de la Cámara Nacional de Casación que envió a sus confortables domicilios a los asesinos Generales Santiago Omar Riveros y Reinaldo Bignone.
Pero, acaso más que en la esfera judicial, los rastros de la desaparición de Julio López se verifican en la persistencia de una cultura represora que a fines del año pasado pasó por una seguidilla de crímenes: Mariano Ferreyra, los López de Formosa y las víctimas del Parque Indoamericano o que ahora mismo, se adivina en el horroroso crimen de la niña Candela. La ilusión de que las Policías Bravas y los Servicios de Inteligencia, las Agencias estatales y privadas de seguridad, que han proliferado de una manera notable en el país (se dice que la cifra de empleados de las agencias privadas de seguridad se acerca a los cuatrocientos mil) se “auto limitarán” a sus sucios negocios si el Poder no los molesta, es eso: pura ilusión.
Si la impunidad para los crímenes del Terrorismo de Estado da cuenta de la persistencia en el tiempo de la matriz estructural de un modelo capitalista impuesto a sangre y fuego (que hoy se expresa en su costado “extractivista”: producción irracional de soja transgénica, extracción de petróleo, gas y minerales destinados a la exportación, etc.); la impunidad de la desaparición de Julio López da cuenta de todo lo que nos falta para conquistar una democracia verdadera; abrir el debate sobre los caminos para lograrla, entre todos los que se sienten convocados por los vientos independentistas que hoy recorren América Latina, es uno de los modos de recordarlo, homenajearlo y luchar por el juicio y castigo a sus desaparecedores, cómplices y encubridores.
Por la conquista de una democracia verdadera, donde el pueblo sea constructor de su liberación y se cumpla con la resolución de la Asamblea de 1813, aquella que ordenó terminar con la tortura, el esclavismo y los privilegios de casta
Por todos los derechos para todos
Sin López no hay Nunca Más!
Murió León Rozitchner
León Rozitchner, el gran pensador y filosofo argentino, falleció el 5 de septiembre del 2011
Nació en Chivilcoy en 1924, estudió Humanidades en la Universidad de Sorbona de París. De regreso a Buenos Aires participó del grupo fundador de la revista Contorno, junto a David Viñas, Ismael Viñas, Oscar Masotta y Noé Jitrik, en la década del ’50; pero también hay que apuntar, en la construcción de ese modo de pensar, la experiencia de su paso por Cuba, el exilio en Caracas y sus clases en la Facultad de Filosofía, en la Universidad Central de Venezuela, donde reflexionó en torno de Simón Rodríguez, el maestro de Bolívar, como productor de ideas nuevas. La lectura de Rodríguez le había mostrado un problema: cómo pasar de la primera revolución, la “revolución política” contra los godos que llevó a la creación del Estado-nación, a la segunda, a la “revolución económica” que incluya en el disfrute de la riqueza común a todos los postergados. Entre sus libros más destacados figuran Persona y comunidad (1963), Moral burguesa y revolución (1963), Freud y los límites del individualismo burgués (1972), Perón, entre la sangre y el tiempo (1985), Las Malvinas: de la guerra sucia a la guerra limpia (1996), La cosa y la cruz (1997) y El terror y la gracia (2003).
León no era un filósofo académico solamente. Para él, pensar implicaba la puesta en juego del cuerpo, el compromiso con la transformación de una sociedad superadora del capitalismo, y a eso nos convocaba con sus escritos. Para recordarlo como era en realidad, les ofrecemos un texto escrito por Néstor Kohan, quién le brinda su mejor homenaje
León Rozitchner, la filosofía como lucha y confrontación
Néstor Kohan
Lo extrañaremos. León Rozitchner (1924-2011) acaba de fallecer. La muerte, hecho vital que en su presencia desnuda se torna irreversible, de ninguna manera nos debe condenar al silencio. Al contrario. Combatirla (al menos para quienes no creemos en un “más allá”) implica mantener viva la memoria, los afectos, los recuerdos. Y, en la medida en que se puede, socializarlos y compartirlos en comunidad.
Lo confieso. Me fastidia profundamente escribir estas líneas. Las escribo desde el enojo y la incomodidad. Y me molesta profundamente tener que ir escribiendo ante las muertes sucesivas de José Luis Mangieri, de David Viñas y de otros compañeros que hemos querido y de los cuales hemos aprendido mucho a lo largo de años. Pero siento que ellos se merecen que los recuerdos no queden en la intimidad ni prisioneros de las conversaciones privadas. También siento que todos ellos, y León como uno de los más destacados y brillantes, no se merecen morir atrapados en las telarañas pegajosas del progresismo políticamente correcto que los va recolectando y enhebrando en un collar, uno a uno y con paciencia, como si fueran “trofeos”, intentando fagocitarlos. Neutralizarlos. Deglutirlos. Degradarlos. Edulcorarlos. Aplaudirlos y homenajearlos, quitándoles su sentido revulsivo, disminuyendo al máximo de lo posible la polémica y la incomodidad que siempre generaron en vida. Finalmente, incorporarlos a la sociedad oficial. Una manera sutil y paradójica de nombrarlos para callarlos. Iluminarlos con una luz tenue para que terminen opacados y desdibujados, fuera de foco. Darles el micrófono, quizás por última vez, para que su música suene suavecita y con sordina, ya sin molestar a nadie. Sin joder.
¡A ellos! ¡A Viñas! ¡A Mangieri! ¡Ahora a Rozitchner! Intelectuales rebeldes e iconoclastas que toda su vida sacaron los pies del plato,
patearon el tablero y el panal de abejas. Que toda la vida marcharon a contramano, remando para el lado opuesto de lo que se considera “normal” y esperable. A ellos, que vieron a sus amigos desaparecer y morir destripados en la tortura (en el caso de Viñas incluso a parte de su propia familia). ¡A ellos! Exiliados. Desperdigados por el mundo. Luego olvidados. Más tarde regresados como parias —con la retirada ordenada de los militares tras la derrota en Malvinas—, a un país donde permanecieron marginales, excluidos sistemáticamente por los circuitos mediocres que han dirigido la Academia argentina hasta hoy, apenas tolerados por una cultura política seudo pluralista que nunca terminó de tragarlos. Y ahora que se mueren…, el aplauso fácil. El guiño fuera de tiempo. La infaltable corona de flores. El ingreso al panteón pomposo de muertos sagrados, prestigiosos y bienpensantes. ¡No! ¡Por favor, no con León Rozitchner! León se merece algo distinto.
Lejos del panteón y la hagiografía
Algunas de sus hagiografías periodísticas dan pena. No tanto por la muerte de León que ya entristece de por sí, sino por el modo en que lo homenajean.
¿Así qué León Rozitchner apoyó en su última época a Cristina Kirchner? Bien. ¿Y entonces?
No se puede ser tan mezquino ni tener una mirada tan pequeña a la hora de hacer un balance de toda una obra y una persona que intervino en nuestra cultura política durante medio siglo.
León también defendió a Enrique Gorriarán Merlo y a los guerrilleros de La Tablada —esos «demonios subversivos» y «delincuentes terroristas»— exigiendo su libertad cuando estaban presos, mientras todo el progresismo miraba para el costado o directamente propugnaba que los guerrilleros se pudrieran en la cárcel para escarmentarlos (a ellos y a todo el movimiento popular, particularmente a la juventud). ¿Y?
¿A cual de estos gestos políticos se reduce León Rozitchner? ¡Por favor!
El progresismo criollo tiene patas cortas. Es demasiado miope, manipulador, electorero y sobre todo cortoplacista. León les queda grande, demasiado grande. No nos cabe la menor duda. León les queda grande.
Por lo menos el León Rozitchner vivo, de carne y hueso, afecto y pensamiento, que nosotros conocimos. Quizás haya muchas maneras de aproximarse a su obra y a su personalidad. Pero al menos, el León que nosotros tuvimos la oportunidad de tratar y de querer excede largamente la hagiografía oficial. Expreso esta opinión CON TODO RESPETO y sin el ánimo de ofender a mis amigos y amigas que se sienten representados por el kirchnerismo (que no son pocos). Pero si alguna enseñanza nos dejó León es que no hay que callarse la boca ni hacerse el desentendido para evitar los conflictos y recibir a cambio las sonrisas del poder.
La filosofía contra la Academia (no sólo la de Platón)
“León… el gran filósofo”. Sí, es innegablemente cierto. Eso es y eso fue León. Preguntémonos entonces cómo lo trató la carrera de Filosofía de la Universidad de Buenos Aires donde, previsiblemente, este pensador debería haber desarrollado su saber y formado a las nuevas generaciones.
Quizás nos equivocamos, pero hasta donde tenemos noticias, desde 1983 hasta hoy —casi tres décadas—, León dictó solamente un seminario en la Carrera de Filosofía de la UBA. Apenas un seminario marginal de tres meses a lo largo de casi tres décadas. Allí, en escasas clases, expuso su lectura de Clausewitz, incorporada a su libro Perón entre la sangre y el tiempo (Lo insconsciente y la política) (1985).
En ese ámbito filosófico —su lugar por definición— era despreciado, y me animaría a decir temido, por la mayor parte del claustro profesoral. Un elenco “pluralista” que participó con todo fervor apoyando al general Videla en el Congreso de Filosofía de 1980. Luego fueron alfonsinistas vehementes y cruzados de la UCR. Más tarde, acompañaron entusiastas las reformas educativas del PJ de Menem y Duhalde y el radicalismo de Shuberoff. Hoy seguramente se dividen entre kirchneristas y partidarios de Lilita Carrió (de esa carrera salieron varios diputados y senadores que todavía ocupan cargos importantes). O sea… siempre nadaron con las corrientes oficiales del momento. Se acomodaron invariablemente con el poder de turno. Siempre le guiñaron un ojo a la voz de mando, girando puntillosa y sistemáticamente hacia donde calienta el sol. A cambio, un puestito institucional y un buen sueldito, como corresponde, como debe ser. ¿La argentinidad al palo?
Todo lo contrario de León. Por eso lo detestaban y no le permitieron dar regularmente clases de filosofía ni lo invitaron a compartir su saber en alguna cátedra a lo largo de tres décadas de “democracia”, desde que regresó de su exilio en Venezuela, al concluir la dictadura militar.
Pero si el clan filosófico profesoral lo detestaba, el estudiantado lo tenía como un personaje mítico, respetado y admirado (aunque no siempre conocido en profundidad).
Lamentablemente, por la edad, no llegué a tiempo a la carrera de filosofía para cursar ese único e histórico seminario que León dictó a su regreso del exilio. Sin embargo nos vinculamos con él, no sólo por la lectura de sus libros sino también cuando la comisión evaluadora del CONICET le rechazó un informe de investigación, allá por 1993, en tiempos del «primer mundo» menemista. Al desaprobar a León Rozitchner, pretendían humillarlo, como si fuera un estudiante ignorante, cuando él les podía dar clases a todos sus evaluadores.
Un grupo de jóvenes rebeldes, militantes de las diversas tribus marxistas, nos solidarizamos con León y lo defendimos ante sus censores. Publicamos su extensa respuesta y su encendida denuncia en la revista Dialéktica (Nº3/4, octubre de 1993, pp. 31-57), en el mismo número que denunciábamos a la mayoría de nuestros profesores por participar junto al general Videla de un congreso «filosófico» en plena dictadura militar. Allí publicamos no sólo su respuesta sino también su trabajo “Filosofía y terror”, escrito en el exilio venezolano durante 1980, el mismo año del congreso «filosófico» de Videla.
León alentó esa iniciativa juvenil entusiasmado y vino personalmente a la Facultad a apoyarnos ante las amenazas recibidas junto con las madres de plaza de mayo, también conmovidas por la denuncia que hacíamos de esa connivencia con la dictadura militar de las autoridades (súbitamente convertidas en “democráticas”) de la UBA.
Fiel a su estilo, a la hora de presentar en sociedad ese número histórico de la revista Dialéktica que tanto revuelo institucional generó en tiempos de Menem-Duhalde-Shuberoff, León nos provocó —le encantaba provocar—. “Ustedes escriben su revista con «k», muy al estilo griego, para quedar bien con sus profesores”. Era una típica boutade, en el contexto de una denuncia, amenazas, juicios, etc. León se divertía en medio del estudiantado rebelde. El eco que no encontraba entre esa intelectualidad sumisa y complaciente, siempre dispuesta al aplauso bienpensante con las diversas y sucesivas administraciones de la Casa Rosada, se contrapesaba con el estudiando que lo rodeaba buscando en sus consejos “la voz de la experiencia” y una manera auténtica de vivir la filosofía, a contramano del poder. Eso explica, entre otras razones, porqué apoyamos, años más tarde, su candidatura a rector de la Universidad de Buenos Aires.
Sí, León se divertía entre los estudiantes, pero no quería seguidores, no anhelaba séquitos, no buscaba círculos de chupamedias sumisos que lo aplaudieran, sino gente joven que le discutiera y se tomara en serio sus libros. Por eso nos acercaba sus manuscritos para recibir críticas y, lo que más le gustaba, polemizar. De allí en adelante se estrechó el vínculo, que nunca se reducía a lo intelectual. León era una persona muy afectiva. Irónico y también conflictivo, pero fundamentalmente muy afectivo, todo al mismo tiempo. Al igual que José Luis Mangieri —quizás por ser parte de esa misma generación—, León siempre preguntaba por la familia, por la pareja, si teníamos o no
trabajo para comer. No se quedaba únicamente en “los grandes debates intelectuales” sino que ejercía el humanismo de la amistad cotidiana y se preocupaba por las personas de carne y hueso.
Luego de Dialéktica nos volvimos a encontrar en las sucesivas Cátedras Che Guevara (que fuimos haciendo, primero en la UBA, luego en la Universidad Popular Madres de Plaza de Mayo, más tarde en el Hotel Bauen recuperado, etc., etc.). León siempre venía, cada vez que lo invitábamos. No fallaba. Se podía quejar, protestaba, refunfuñaba por las causas más diversas, pero no fallaba nunca. Participó también en nuestro seminario sobre El Capital, donde expuso su crítica a Para leer «El Capital» de Louis Althusser. En varias ediciones del libro que hicimos recogiendo las clases de ese seminario sobre Marx, publicamos el análisis crítico de Rozitchner sobre el libro de Louis Althusser: L’avenir dure longtemps [Paris, IMEC, 1992 y 2007](“El futuro tarda mucho en llegar”, sería su traducción libre, o quizás “El futuro existe desde hace mucho tiempo”, o “Lo por venir viene desde antaño”, o más simple y directo: “El porvenir dura mucho tiempo”. Louis Althusser: El porvenir el largo. Bs.As., Ediciones Destino, 1993]. Una crítica que prolongaba su impugnación de toda la escuela estructuralista (de Althusser a Marta Harnecker) y su “olvido del sujeto” que ya está presente desde el prólogo mismo a su libro Freud y los límites del individualismo burgués (1972).
En esos diálogos privados y en esas clases públicas León exponía su tremendo desagrado con la filosofía posmoderna y con figuras como Toni Negri y otras “estrellas” análogas de la farándula intelectual exquisita y bienpensante tan afecta al progresismo argentino, hoy en boga.
Filosofando en la zafra de la Revolución Cubana
Y en las charlas privadas jamás dejó de repetir una pregunta, casi obsesiva. “¿Qué sabés de Cuba? ¿Cómo está hoy la revolución cubana? ¿Qué noticias tenés?”. Me lo preguntó tres millones de veces, como mínimo. Y preguntaba por cada uno de sus amigos cubanos, a los que no olvidaba, mientras recordaba, una y otra vez, sus días de trabajo voluntario (guevarista) en la isla, allá por los años ’60, cuando escribió Moral burguesa y revolución (1963). Tiempos en los que dio clases en la Universidad de La Habana sobre el joven Marx (siempre me reclamaba que busque un trabajo suyo, publicado en aquellos años en Cuba y que nunca pude encontrar, sobre el humanismo de los Manuscritos económico filosóficos de 1844 de Marx).
León me contaba cómo en Cuba viajaba en camiones, él, un profesor de La Sorbona, que se codeaba con toda la crema de París, viajando en camiones con la gente más humilde y los trabajadores a cortar caña de manera voluntaria —no por dinero— siguiendo el ejemplo comunista del Che Guevara. Siempre lo recordaba con ironía, riéndose de sí mismo (algo que el progresismo nunca puede hacer, les falta humor, no se animan a reírse de sí mismos). León se reía e ironizaba, pero recordaba con no poca nostalgia aquellos días en Cuba, cuando discutía con John William Cooke —su amigo y polemista al mismo tiempo— sobre el general Perón, el Che y Fidel.
Más allá de su presencia en las denuncias en la Carrera de Filosofía de la UBA, en las sucesivas e itinerantes Cátedras Che Guevara, en el seminario sobre El Capital y en los diversos avatares de la Universidad Popular Madres de Plaza de Mayo, los diálogos con León continuaron.
En busca del sujeto
Los últimos textos que nos acercó para discutir fueron “La mater del materialismo histórico” y su nueva evaluación de La cuestión judía de Marx.
El ensayo “La mater del materialismo histórico” prolonga a su modo las conclusiones de su más que polémico libro La cosa y la cruz. Cristianismo y capitalismo (1997), obra donde sostiene la hipótesis de que el desprecio cristiano por el cuerpo —supuestamente reducto del pecado terrenal y mundano— y su conversión en “pura espiritualidad” universalmente abstracta es la condición de posibilidad para
transformar al cuerpo humano de las masas populares en fuerza de trabajo, vendible y comprable como mercancía en el sistema capitalista. Debajo de esa racionalidad “puramente espiritual” que San Agustín —retomando en nuestra era al neoplatonismo— comienza filosóficamente a construir, se encuentra el cuerpo resistente al que sólo puede doblegarse a condición de volverlo etéreo y de transformarlo en una pura abstracción de sí mismo. Pero el cuerpo siempre sigue ahí, resistiendo su supuesta anulación y supresión, por más suplicios y flagelos que le infrinjan. Persiguiendo el índice de sus pistas, en “La mater del materialismo histórico”, León vuelve una y otra vez sobre él, en tanto clave del enigma de la aparición del sujeto en la historia (colectiva pero también individual).
Si el marxismo constituye una concepción materialista de la historia, ¿cuál es la historia de ese acceso a la historia? ¿Qué hay debajo de esa objetividad que Marx abre en el terreno de la ciencia social? (Ciencia social en singular, porque para los fundadores de la filosofía de la praxis, no hay ciencias en plural sino una sola ciencia social, ya que se niegan a parcelar el saber al modo positivista, de la misma manera que se oponen a respetar y reproducir con lenguaje socialista la epistemología de los “factores”: el factor económico, el político, el ideológico, de donde se derivarían la ciencia económica, la ciencia política, y las diversas “humanidades”. Para Marx y Engels la sociedad es una sola, pues constituye una totalidad de relaciones sociales y la concepción materialista de la historia intenta descifrarla en su unidad como totalidad de relaciones dialécticas).
Pues bien, León se pregunta entonces por el sustrato previo que permite esa apertura a la historia como puerta privilegiada para descifrar el fetichismo de todo el orden social capitalista. Dicho en otros términos: ¿cuál es la historia de la historia? ¿Qué hay debajo de la objetividad histórica —cristalizada, petrificada y fetichista— de las relaciones sociales colectivas? Y en esa búsqueda, una de sus últimas antes de fallecer, León encuentra aquello que persiguió desde sus primeros ensayos de la década del ’50. Se trata del sujeto, entendido como “núcleo de verdad histórica”, tal como lo definía en su célebre ensayo “La izquierda sin sujeto” (publicado originariamente en La Rosa Blindada Año II, Nº9, 1966 [véase http://www.rosa-blindada.info/?p=772] y reproducido más tarde en la revista cubana Pensamiento Crítico). En la conformación histórico-corporal del sujeto desde su primer vínculo con la madre (analizada, entre otros por Sigmund Freud), se anudan carne y afecto, pariendo y permitiendo incluso antes de la aparición de la palabra y el lenguaje, la categoría y el concepto, una apertura al mundo social e histórico que en un plano lógica e históricamente posterior desanudará la concepción materialista de la historia (formulada y sistematizada por Karl Marx). Ese es el corazón de su particular elaboración del “freudo-marxismo”. León no repite a Herbert Marcuse ni a Wilhelm Reich. Hace su propia elaboración, original, de Freud y de Marx
Al indagar en ese sustrato subjetivo de la primera relación de los niños con sus madres, León apela en “La mater del materialismo
histórico” a una bellísima secuencia poética para intentar describir con palabras lo que aún no tiene palabra ni posee todavía concepto ni categoría. En ese artículo, uno de los últimos que escribió, sale a la luz la calidad de la escritura de este pensador, de este filósofo con mayúsculas y todas las letras, que nunca rumia ni repite palabras ajenas. Ese trabajo no sólo es tremendamente profundo a nivel teórico; está escrito de una manera absolutamente poética (¿no estaba unida la filosofía con la poesía ya desde aquellos primeros filósofos jónicos, anteriores a Sócrates, Platón y Aristóteles?). ¡Cuánto envidiarían a León, si acaso lo leyeran, los fabricantes de insulsos y aburridísimos papers académicos, fabricados en serie, como chorizos y salamines, con una escritura indigerible para obtener los premios consuelo de la Academia y la publicación en revistas “serias” y con referato!
En ese sustrato subjetivo anterior a la palabra y al concepto que “La mater del materialismo histórico” intenta volver observable con su lenguaje poético se deja oír el eco tardío de lo que Maurice Merleau-Ponty, uno de sus maestros en Francia, denominó en Fenomenología de la percepción (1945) “la experiencia muda y ante-predicativa”, siguiendo a su vez al último Husserl, quien lo formula en sus últimos ensayos y conferencias reunidos en La crisis de las ciencias occidentales y la fenomenología trascendental (1936).
Pero León no los glosa ni los cita mecánicamente, sencillamente se apropia de aquellas enseñanzas aprendidas en París hace medio siglo para, una vez resignificadas, fundirlas en su marxismo y en su relectura de Freud, intentando repensar la gestación de la concepción materialista de la historia y así llenar, por fin, el gran agujero vacío del marxismo tradicional u ortodoxo: la teoría de la subjetividad histórica. Un sueño que dejó sin dormir a varias generaciones de pensadores marxistas a nivel mundial, desde György Lukács a Karel Kosík.
Se trata entonces del mundo de la vida, anterior a las categorías, al concepto, al lenguaje, incluso a la matemática y a lo que se supone más “universal”. Pero entendido, en el caso de Rozitchner, en sentido histórico y remitido a la primerísima relación del niño o niña con su madre. De allí que León siempre subrayara en su lectura de La ideología alemana (1846) y los Grundrisse (1857-1858) que para
Marx la primera producción histórico-social es… la producción de seres humanos, la gestación de vida.
Filosofía judía de la liberación
El otro ensayo en el que trabajó León en sus últimos tiempos antes de fallecer se titula, al igual que el de Marx “La cuestión judía” (libro que acaba de ser publicado en Barcelona, editorial Gedisa, 2011, bajo el título Volver a «La cuestión judía» y que reúne, además del trabajo de Rozitchner, el original de Marx y otros ensayos de Daniel Bensaïd y Roman Rosdolsky).
La temática del judaísmo lo venía preocupando en sus últimos años cada vez más, ante la política feroz del sionismo colonialista —que León, asumiendo ser judío, condenaba sin ambigüedades y en toda la línea— pero del que ya se había ocupado en su célebre libro Ser judío (1967), motivado por la guerra árabe israelí del año en que lo publicó.
Quizás su ensayo sobre “La cuestión judía” constituya el punto de llegada de su trayectoria en un intento por conformar lo que por economía de lenguaje y a falta de mejores términos podríamos denominar una filosofía judía de la liberación. Algo análogo a la teología de la liberación cristiana (a la que, dicho sea de paso, León no le presta suficientemente atención o, para expresarlo mejor, no le otorga la densidad teórica que se merece y que ha alcanzado en América Latina) pero, en el caso de León Rozitchner, esa mirada judía elude toda teología y toda metafísica convirtiéndose en una filosofía judía laica.
Si los teólogos cristianos de la liberación han enfocado sus armas polémicas no sólo contra el capitalismo, la dependencia y el imperialismo sino también contra el propio cristianismo institucional (en sus propios términos, contra “la lectura sacerdotal del cristianismo” legitimadora de la dominación, reivindicando una lectura profética de la liberación), la filosofía judía laica de León Rozitchner ataca no sólo al capitalismo y al cristianismo sino también al propio judaísmo, es decir, al judaísmo tal como ha sido conformado por sus dominadores (el que predomina hoy en día en el estado de Israel, dicho sea de paso). En palabras de León: “el dominador construye al dominado como dominado con lo negativo de sí mismo que le asigna al otro: como judío del cristianismo. Desde allí Marx puede iniciar la crítica simultánea contra la sociedad de su época: contra el cristianismo, contra el Estado, contra las condiciones económicas (que recién esboza) y contra la limitación de la religión judía, que están en el fundamento de la actual enajenación del hombre”.
En esa filosofía judía (laica) de la liberación, León Rozitchner apuesta por la emancipación del capitalismo y de la racionalidad cristiana occidental como su principal ideología legitimadora (aquí no diferencia entre el cristianismo del poder y el cristianismo revolucionario, como sí hacían Engels y Rosa Luxemburg entre muchos otros, falencia que muchas veces le hicimos notar en nuestras conversaciones y diálogos). Pero también apunta a la emancipación y a la superación del judaísmo construido por la dominación capitalista
cristiana, en tanto internalización de la dominación dentro del propio pueblo judío.
Parte de esa internalización de la dominación lleva al pueblo judío, en su óptica, a denominar de manera religiosa “Holocausto” a lo que en realidad fue un genocidio terrenal y mundano a manos del nazismo como fuerza de expansión capitalista imperialista. Los seis millones de judíos asesinados a manos del nazismo no constituyen un misterioso “castigo de dios”, sino parte de una política de reordenamiento capitalista del mundo. Los genocidios continuaron repitiéndose periódicamente en Vietnam, en América latina… nada tuvo que ver un supuesto dios barbudo y colérico. Sus responsables han sido y son de carne y hueso, de billetera abultada y uniforme militar.
Esa reflexión filosófica de alto vuelo, donde León ensaya en sus últimos escritos una relectura completa del marxismo sin repetir los lugares comunes y sin citar lo ya conocido, indagando en aquellos textos del propio Marx sobre judaísmo, emancipación, liberación y revolución socialista, no se limitan al plano filosófico. León los prolonga en la política.
Desde la política reivindicó el levantamiento guerrillero del Ghetto de Varsovia como símbolo universal de resistencia armada contra la dominación capitalista globalizada y su barbarie, planteando: “Para la aritmética de la economía de mercado, ¿cuántos ghettos de Varsovia caben en Hiroshima y Nagasaki, en Kosovo, en Panamá, en África, en América Latina?” a lo que más adelante agregó: “Aunque finja indignarse contra el nazismo, su anterior enemigo, reconozcamos que el capitalismo globalizado, y a su frente los Estados Unidos corporativos, constituyen — para decirlo sin eufemismos— la figura de los nuevos nazis de la tierra”. Sí, de eso se trata para León, el mismo que ahora quieren convertir en un tímido y educado “progresista” bienpensante. Curioso “progre” el que afirma que “los Estados Unidos son el Cuarto Reich posmoderno que, como Estado, al igual que el proyecto de los alemanes de otrora, están al frente de un poder absoluto, vencedores soberbios, succionando la vida
del planeta con los inmensos instrumentos de muerte planificada desde la economía globalizada, del FMI, de sus Fuerzas Armadas y sus servicios secretos, de su propaganda y de su «democracia» usada como un ariete astuto” (El terror y la gracia).
En esa impugnación radical del capitalismo como sistema —incluyendo su «democracia» que León escribe siempre entre comillas— y de los Estados Unidos como herederos privilegiados del nazismo contemporáneo, la crítica no se detiene ante nada. Tampoco ante Israel y el sionismo: “la soberbia israelí ha convertido al judío en un colonizador”, afirma con amargura y agrega “el drama actual de los judíos se define con referencia a lo que los judíos de Israel hacen con el pueblo palestino: allí se juega lo que somos”.
Desde ese ángulo tremendamente dramático y crítico, en el epílogo a su libro Ser judío León escribe: “¿Qué extraña inversión se produjo en las entrañas de ese pueblo humillado, perseguido, asesinado, como para humillar, perseguir y asesinar a quienes reclaman lo mismo que los judíos antes habían reclamado para sí mismos? ¿Qué extraña victoria póstuma del nazismo, qué extraña destrucción inseminó la barbarie nazi en el espíritu judío? ¡Qué extraña capacidad vuelve a despertar en este apoderamiento de los territorios ajenos, donde la seguridad que se reclama lo es sobre el fondo de la destrucción y dominación del otro por la fuerza y el terror? Se ve entonces que cuando el estado de Israel enviaba sus armas a los regímenes de América Latina y de África, ya allí era visible la nueva y estúpida coherencia de los que se identifican con sus propios perseguidores. Los judíos latinoamericanos no lo olvidamos. No olvidemos tampoco Chatila y Sabra”.
La filosofía judía de la liberación que nos propone León Rozitchner no tiene pelos en la lengua. No sólo cuestiona el genocidio sistemático avalado en nombre de dios por la Iglesia Católica (cuyas altas jerarquías son ácidamente antisemitas, no es casual que el actual papa haya sido un militante nazi de joven), desde la Conquista de América en 1492 hasta la barbarie militar de 1976 —como describe en muchos de sus artículos reunidos en su libro El terror y la gracia del 2003—, sino que también cuestiona con nombre y apellido al estado de Israel, su política colonialista en Medio Oriente y su judaísmo a la medida del capitalismo y el cristianismo oficial.
Por contraposición a todas esas formas institucionales de la dominación León Rozitchner nos propone una filosofía de la emancipación y la liberación argentina, latinoamericana y universal, donde el sujeto sea “núcleo de verdad histórica” y no un simple soporte manipulable o un efecto derivado de regularidades fetichistas que no controla y a las que se somete, como repite una y otra vez en su libro Freud y el problema del poder (1972).
La lealtad en el diálogo polémico
Tratando de ser fieles a su pensamiento y leales a su manera de vivir la filosofía y la política, y aún reconociéndolo como un maestro, no
pretendo halagarlo ni rendirle un sumiso saludo porque él mismo se horrorizaría al leerlo. Nadie tal alejado de la complacencia como León. Peleador y provocador, incisivo e irónico, detestaba profundamente las babas empalagosas de la hagiografía, se tratara de quien se tratara. Por eso sería injusto con León y traicionaría su propio estilo de reflexión si en estas líneas de recuerdo me limitara a rendirle homenaje sin polemizar. Sé perfectamente que no le hubiera gustado. Quiero entonces agregar una observación, respetuosa, pero crítica. (¿Es legítimo ensayar una crítica cuando el cuerpo de León —no su pensamiento, sus afectos ni sus recuerdos— se acaba de morir? ¿No constituye una falta de respeto? Sospecho que no. A León le hubiera encantado que nos animáramos a discutirle, incluso en estas circunstancias).
León no era un militante político revolucionario. Sí, creo y pienso, por lo que lo conocí, que fue un pensador político revolucionario, crítico y radical, inconformista e iconoclasta. Cuando dialogaba con él nunca le pedí ni le reclamé, desde lo más íntimo, una fórmula política. No sólo porque las fórmulas suelen ser esquemas que no ayudan a intervenir en la realidad (digamos, en la coyuntura y en el análisis concreto de una situación concreta, para ser más precisos), sino porque además León —a pesar de su paso en Argentina por el Movimiento de Liberación Nacional popularmente conocido como “malena” o de su actividad solidaria en Cuba— miraba la militancia política muchas veces de reojo. Desde adentro pero desde afuera. Eso tenía una virtud y una limitación.
Obviamente, la mayor virtud residía en que no se quedaba en la superficie fenoménica, en las declaraciones del día a día, en la mezquindad coyuntural del porotito partidario electoral (sea de la izquierda tradicional e institucional, sea del kirchnerismo hoy oficial). León siempre miraba más allá, indagando debajo de esa superficie oculta que trabaja operando sobre el inconsciente colectivo, tanto desde el ámbito del terror mercantil-militar-policial como desde la maquinaria marketinera de la república electoral-parlamentaria, ambos mecanismos de la reproducción del poder del capital y fábricas de sumisión y domesticación popular. La distancia le permitía pensar y de manera brillante.
La limitación de León, que no era específicamente suya, sino de todo el campo político contrahegemónico, revolucionario o antisistémico, como se prefiera llamarlo, residía en ese distanciamiento de la política. La misma distancia que le permitía pensar la política, le obstaculizaba fundir su pensamiento en movimientos políticos orgánicos y militantes, a los que siempre acompañaba —me consta, en innumerables ocasiones— pero frente a los cuales se sentía al mismo tiempo distante y por ello no lograba influir suficientemente sobre ellos como hubiera sido más que necesario para un militante orgánico, parte de un intelectual colectivo en el sentido gramsciano.
No creo que haya sido un error personal de León ese distanciamiento de la militancia o algo únicamente explicable por su sensibilidad personal y su temperamento iconoclasta e inconformista. Se explica también por la propia historia de nuestra izquierda, que
tanto le ha costado integrar a sus intelectuales sin aplastarlos, humillarlos o acallarlos con disciplinas burocráticas. Porque lo mismo que le sucedió a León, le pasó en los años ’20 a Deodoro Roca, en los ’30 a Aníbal Ponce, en los ’60 a Milcíades Peña, para mencionar sólo algunos intelectuales críticos y emblemáticos en la cultura de las izquierdas argentinas.
Ese divorcio y ese distanciamiento entre los pensadores más lúcidos y la militancia política revolucionaria orgánica no se vivió en otros países. Como nos recordaba David Viñas —otro amigo de León y quizás su principal interlocutor durante décadas— en una entrevista que le realizamos en el año 2003, “en Argentina no tuvimos un Recabarren ni un Mariátegui”, síntesis magistral, sobre todo en el peruano, de creatividad teórica y militancia práctica al unísono. León ha sido, también a su modo, hijo de ese divorcio que atravesó históricamente a nuestras izquierdas. Sus limitaciones en el terreno de la militancia son las limitaciones propias de una izquierda a la que siempre le costó y le sigue costando integrar a sus mejores intelectuales.
Y digo que si tuvo limitaciones éstas han sido las propias de la izquierda porque si se intenta evaluar y hacer un balance ecuánime del conjunto de toda su obra y su vida intelectual a lo largo de medio siglo, eludiendo toda manipulación y oportunismo de ocasión, León Rozitchner ha pertenecido y pertenece al horizonte cultural de las izquierdas. Lejos está del “progresismo” ilustrado y bienpensante por más que hoy resulte electoralmente “útil” y políticamente correcto ubicarlo allí.
La incomodidad, el hilo rojo de León
Irreverente, iconoclasta, jamás dócil, nunca pasivo ni obediente, León Rozitchner constituye un pensador incómodo. Ese es el hilo rojo que recorre toda su obra. ¿Qué es el pensamiento crítico sino la expresión teórica de una incomodidad vital radical frente a lo que existe? No aplaudir sino cuestionar. No legitimar el statu quo sino volver observables las contradicciones bajo el manto de lo inmutable, intentando intervenir subjetivamente para que esas tensiones antagónicas permitan abrir el horizonte de la crisis y dar nacimiento a un cambio de sistema, generando un orden nuevo, distinto a lo que ya hay, a lo conocido, a lo pretérito, a lo cristalizado y petrificado. Es decir, a lo cómodo. Sí, León fue un pensador incómodo.
Se codeó con lo más florido de la cultura francesa, es decir, con lo más exquisito de nuestra metrópoli intelectual, ¿o acaso no seguimos siendo una colonia periférica y dependiente tanto de la economía de Wall Street como de la cultura de La Sorbona?
Pero no le gustó jugar el rol tan difundido del “buen alumno”, del sirviente obediente, del nativo ilustrado y colonial que recibe la aprobación de “los que saben”, limitando su vida a repetir de memoria, a citar a los autores de prestigio, a estar “al día” en lo último que la metrópoli consagra, publica, difunde y promueve. No, definitivamente
no. No era ese el estilo de León. ¡Por suerte! Se apropió, sí, de la fenomenología, del psicoanálisis, del marxismo humanista y dialéctico, pero para pensar lo nuestro, la nación, el genocidio militar, las contradicciones sociales argentinas, nuestras guerras (la guerra “sucia”, la guerra “limpia”, es decir, la guerra capitalista), los simulacros democráticos y “progresistas” que reactualizan la sumisión, la dependencia, el cipayismo y el vasallaje.
León, filósofo judío argentino y latinoamericano, sin ser telúrico ni folclórico, fue un intenso pensador de lo nuestro, de la nación Argentina y de Nuestra América.
Ojalá que no “descanse en paz” sino que nos siga acompañando, de pie y al lado nuestro, con su humor, su agudeza, sus diálogos y su ironía, en las luchas de liberación presentes y futuras.
[El siguiente texto lo escribí hace muchos años, en 1996. Lo reproduzco ahora en su memoria].
La filosofía de León Rozitchner
contra el poder
A propósito de «Las desventuras del sujeto político» (Ensayos y errores) [Buenos Aires, El cielo por asalto, 1996] de León Rozitchner
Néstor Kohan
El concepto de la pasión y la pasión del concepto: dos movimientos que se coagulan en el vértice de este libro. Toda la reflexión filosófica de León Rozitchner gira en torno a un número preciso de coordenadas inscriptas en un horizonte humanista, crítico de la racionalidad modernista y cientificista que promovió la ideología de la Revolución burguesa y los sectores sociales dominantes que la dirigieron. Su escritura a lo largo de medio siglo no es más que una prolongada batalla política contra la concepción del sujeto que desde aquel 1789 europeo se instaló como hegemónico en la racionalidad occidental hasta hoy.
En su investigación de varias décadas —que no fueron inmunes a los trágicos avatares de Argentina…, exilio en Venezuela incluido, en tiempos sangrientos del general Videla— León Rozitchner mantuvo la misma obsesión: desarmar, conceptualizar y mostrar los obstáculos históricos (la servidumbre, la dominación, la explotación y el terror) que tanto en la sociedad capitalista como en la subjetividad se oponen a la plena realización del ser humano.
Desechando el fácil y cómodo papel que podría haber ocupado como epígono periférico y dependiente de Lucien Goldmann, Jean Wahl, Claude Levi-Strauss o Merleau-Ponty, con quienes se formó intelectualmente en París, sus escritos eluden el triste y sedimentado hábito de la glosa mecánica, la cita obediente y la repetición
sumisa. Si algo caracteriza a León Rozitchner ha sido el pensamiento vivo, crítico y sobre todo propio.
Aun así no es difícil identificar las fuentes que nutren al pensamiento rozitchneriano: Karl Marx, Sigmund Freud, Maurice Merleau-Ponty, Karl von Clausewitz. Su mayor aporte a la filosofía argentina y latinoamericana reside en la originalidad con la que empalmó vías de entrecruzamiento entre paradigmas teóricos tan diversos.
Amante apasionado de la polémica, desde su juventud Rozitchner ha cultivado meticulosamente el arte de la confrontación sin cuartel, del agón filosófico, de la lucha teórica. Muchas veces hasta el límite de la provocación.
Esta inteligente compilación da clara muestra de esa trayectoria.
El primer artículo, “Comunicación y servidumbre”, de la mítica revista Contorno, desnuda desde un ángulo hegeliano la estrategia discursiva elitista de Eduardo Mallea. El segundo “La izquierda sin sujeto” (un clásico latinoamericano), publicado originariamente en La Rosa Blindada [http://www.rosa-blindada.info/?p=772] y reproducido más tarde en la revista cubana Pensamiento Crítico, cuestiona la simbiosis de peronismo y socialismo ensayada a partir de los Manuscritos económico filosóficos de 1844 de Marx por John William Cooke en un número anterior de la misma revista La Rosa Blindada, mientras arremete sin piedad contra el economicismo de un marxismo troglodita y rudimentario (hegemónico en el stalinismo, pero no sólo allí…).
Un párrafo aparte merece su texto del exilio venezolano “Filosofía y terror”, de 1980. Allí denuncia —tejiendo las categorías de Hegel con las palabras proféticas de Rodolfo Walsh— a los filósofos tradicionales de Argentina que se refugiaban en el búho de Minerva para avalar el terror estatal-militar-policial y llegaban a participar del congreso de filosofía que ese mismo año abría en la Universidad de Buenos Aires el brigadier Cacciatore y clausuraba el feroz carnicero-general Videla.
Y como si no le alcanzara, en su escritura siguen las referencias críticas a José Pablo Feinmann, Rodolfo Puiggrós, Raúl Sciarretta, Oscar Masotta, Jacques Lacan y Michel Foucault.
También al exilio pertenece su crítica a los ex izquierdistas que apoyaron la guerra de Malvinas, especialmente el grupo socialdemócrata exiliado en México (encabezado por Juan Carlos Portantiero y José Aricó, entre muchos otros). En 1986 Emilio de Ípola acusó recibo y reconoció la falta desde la revista Punto de vista en un cargado artículo contra Rozitchner (“La especulación filosófica como política sustituta”) en el cual, con no poca ironía, lo llamó “el único filósofo marxista argentino realmente existente que nunca parafraseó recetas dogmáticas ni hizo culto al talmudismo”.
Repleto de pasiones encendidas, discusiones ardientes y trágicos preanuncios, este excelente libro hace por fin justicia a un pensador original e iconoclasta, insumiso y desobediente, que, aun a riesgo de quedarse solo, nunca persiguió los mimos, las palmaditas en la espalda ni las caricias del poder.
Jueves, 22 de Septiembre de 2011 13:18 |
En Neuquén la justicia convalidó la expropiación de la ex Cerámica Zanón a favor de la cooperativa de trabajadores que la gestionan desde 2001. La ley de expropiación fue aprobada hace 2 años por la legislatura provincial pero no se concretó todavía. En la justicia había un reclamo en contra de ex empleados que no integran la cooperativa y de familiares de los antiguos dueños. Sin embargo la jueza Valeria Pérez Cazado declaró que la ley es válida y constitucional. En declaraciones a Radio Universidad Calf emitidas en Informativo FARCO el abogado de los obreros, Mariano Pedrero dijo que según la jueza si el gobierno deposita el dinero “en tres meses resuelve esta situación y entrega la fábrica a los trabajadores y trabajadoras”. Pedrero explicó que la decisión de la jueza “significa que la justicia nos ha dado la razón, en el sentido de que no había ninguna traba para que se avanzase con el trámite expropiatorio” ya que “el gobierno provincial venía insistiendo con que el planteo de inconstitucionalidad que habían hecho un grupo de ex trabajadores que no pertenecen a la gestión obrera, e incluso la hermana de Luis Zanón, que se oponían a esta expropiación, constituía una traba para avanzar con el trámite expropiatorio”. El abogado de los obreros de la ex Zanón actual FASINPAT (Fábrica Sin Patrones) relató que “este planteo de inconstitucionalidad fue rechazado por la jueza de la quiebra que dijo que no hay ningún elemento para considerar que la ley es inconstitucional, todo lo contrario, la ley es constitucional, es válida, incluso acepta ella el precio que ofreció pagar la provincia de Neuquén a los acreedores y que no hay ningún obstáculo entonces para avanzar”. En concreto “una vez que el gobierno de la provincia de Neuquén deposite el dinero que el propio gobierno se comprometió a depositar, ella en tres meses resuelve esta situación y entrega la fábrica a los trabajadores y trabajadoras”. Reporte de Marcelo Pascuccio, Radio Universidad Calf de Neuquén |
Poema escrito por Norman Brisky, en homenaje y reivindicación de la Gallega
Karina, conocida entre sus amigos simplemente como La Gallega, está presa una cárcel de Brasil desde febrero de 2002 junto a otros cinco compañeros, acusados de participar en el secuestro de un "importante" publicista; un empresario millonario justo en un país donde la injusticia y el hambre son inmensas.
LA CABELLERA QUE INVENTA VIENTOS
Donde haya compañeros genéticamente revolucionarios
está la Gallega.
Donde se piense el nombre de los muchos
está la Gallega.
… y sólo los canarios cantan entre rejas.
La Gallega sabe que afuera también estamos presos.
Los ricos que ella quiso liberar de sus riquezas están presos.
¡¿por qué los canarios cantan entre rejas?!
Pronto, necesitamos que sea pronto
Que la pobreza sean armas para el desnudo corazón de los gobiernos.
Son los ciegos que dominan cabeza abajo como vampiros.
Y no sienten la ternura de sus manos ni aprenden de tu cabeza libertaria.
¿Los fiscales son vampiros con corbata?
¿No sienten que la noche los despierta?
¡La Galle no es canario!
No canta, aúlla con su odio al carcelero, al capitalismo
Que busca la muerte de la única especie
Que mira más allá de estar tan cerca.
Nosotros es extensión…
El viento de tus sueños.
Nosotros en la calle…
caminamos pensando en llevarte los pasos de la muchedumbre.
Esta muchedumbre que busca tu libertad para poder continuar en la cornisa.
Gallega: tu mirada atiende las veinticuatro horas a todos los que sienten tu incondicional abrazo.
No te esperamos llorando, ni con la inocua tristeza.
Llevamos tu rebeldía pintando tu rostro.
Cuando sepan quien sos. (Cabellera que inventa vientos)
Nadie querrá dejar de ser tu lucha.
www.panuelosenrebeldia.org
los "libreros del Parque Patricios"
Una denuncia realizada por los “Libreros del Parque”, nos impulsa a difundir otra acción más del Gobierno de la Ciudad, en contra de la cultura popular, por intermedio de los responsables de las obras de reestructuración y ENREJADO del Parque Patricios
El viernes 29 de abril del 2011, en la Plazoleta ubicada en Caseros y Monteagudo, conocida como Coronel Pringles, y bautizada por los vecinos como “Plazoleta de la Memoria Pastor, José De Luca”; fueron robadas dos placas que se habían colocado en homenaje al Pastor, y a los 121 detenidos desaparecidos de nuestro barrio.
Continuando con este atropello, la semana siguiente, fueron borradas las 121 siluetas que distintas organizaciones barriales y vecinos, pintan desde hace ocho años en su homenaje, con la consigna “121 compañeros ¡Presentes!, Cárcel a los Genocidas”, escrita a su frente.
Las dos placas, merced al excelente trabajo de seguimiento que realizó el vecino Diego, fueron recuperadas; y en el membrete de la nota de entrega de las mismas figura “Corporación Buenos Aires Sur”, Empresa Bricons.
No conformes con lo actuado, estos actos de vandalismo a la memoria de los luchadores populares siguieron posteriormente en contra del mural de homenaje al Maestro Carlos Fuentealba, asesinado por la policía de Neuquen y bajo la responsabilidad del entonces gobernador Jorge Sobisch.
Este había sido realizado por compañeros docentes y de la organización “Radio Abierta de Parque Patricios”, construyendo también un cantero que fue adornado con flores.
Todo esto fue destruido y pintado de un oscuro color verde, reminiscencia de los años de dictadura.
Pero la cultura todavía no se encontraba a salvo. Los siguientes en ser atacados fueron los dueños de los puestos de venta de libros, que históricamente se encontraban en el Parque.
Con la excusa de las obras, intentaron desalojarlos del lugar que ocupaban en él, sobre la vereda de Monteagudo y Caseros. Les trasladarían “provisoriamente” los puestos a un depósito por cinco días.
Producto de la necesidad de trabajar y la desconfianza, estos no aceptaron, intentando que los funcionarios entendieran que sus familias dependían de su trabajo diario. Los funcionarios se retiraron, prometiendo volver la semana siguiente para cumplir con la orden de desalojo.
Pero la suerte y la campaña electoral, quisieron que pasara por allí el Ministro Carlos Tomada, a quién se acercaron y le explicaron lo sucedido, entregándole una nota.
A la semana siguiente llegaron nuevamente los funcionarios del Gobierno de la Ciudad, y con mucho respeto esta vez, les dijeron que “no era necesario que recurrieran al Ministro, que todo se hubiera solucionado”,y que los puestos entonces serían trasladados a la plazoleta por un breve período.
Luego de varios meses, los compañeros libreros todavía esperan su regreso al parque. Los puestos se encuentran rodeando el monumento, formando así un lugar inseguro cuando oscurece, ya que queda un sitio en penumbras detrás, a lo que se agrega que algunos de ellos, se ven perjudicados para trabajar, por que quedaron sobre la calle Corrales Viejos, donde transita muy poca gente.
Esta es la realidad actual en Parque Patricios, un barrio tomado por empresarios y funcionarios impunes, para realizar grandes negociados a costa de los vecinos.
CALLES DE NUESTRO BARRIO
DIEGO ESTANISLAO ZAVALETA
sacerdote y legislador argentino 1759-1843
Diego Estanislao de Zavaleta e Inda, n. en Tucumán el 24-X-1768. Muy joven se trasladó a Buenos Aires, y en la escuela conventual de Santo Domingo inició sus estudios, que prosiguieron en el Colegio de San Carlos, donde fue becado, cursando Filosofía, Teología y Cánones. Luego, en 1790, se doctoró en ambos derechos en la Universidad de Chuquisaca. De nuevo en Buenos Aires fue designado catedrático en el Colegio de San Carlos, siendo ordenado sacerdote el 21-V-1796, por el Obispo Azamor y Rodríguez, en el convento de las Capuchinas, actual Iglesia de San Juan. Al producirse la Revolución de Mayo, Diego Estanislao pronunció un elocuente discurso con motivo de instalarse la Junta patriota. Deán y Canónigo magistral en 1812, al ocurrir ese año el fallecimiento del Obispo Lúe y Riega, pasó a ocupar Zavaleta, por resolución del Triunvirato, el gobierno diocesano bonaerense de sede vacante, hasta 1815. Con posterioridad fue congresal en 1817. Un documento anónimo de origen realista, define así a nuestro personaje; "Zabaleta: Canónigo, hombre justo, literato, goza del mayor concepto en Buenos Aires y ha renunciado al Provisoriato que sirvió con prudencia. Es llamado a toda Asamblea pública; no admite empleo alguno; se le quiso diputar al Congreso (de Tucumán) y lo resistió; conoce las miserias y desórdenes de la Revolución, y es sin duda de sentimientos Españoles". El hombre, por lo demás, formó parte de la comisión redactora de la constitución de 1819, junto con Teodoro Sánchez de Bustamante, José María Serrano, Juan José Paso y Antonio Sáenz. En 1821, nuestro Deán desempeñóse otra vez, por breve tiempo, como Provisor del Obispado. Seguidamente ocupó una banca en la Legislatura que aprobó la reforma del clero prohijada por Rivadavia, y a raíz de ello lo tildaron de obscuente para con el poder civil. Después, el Gobernador Martín Rodríguez le encomienda una misión de paz y concordia ante los caudillos provinciales en procura de alcanzar la unidad nacional. En 1824 torna a ocupar su banca en la Legislatura, y, tras esto, lo eligen diputado al Congreso Nacional que sanciona la constitución unitaria de 1826. En el plebiscito exigido en 1835 por Rosas, a fin de que el pueblo se pronunciara, por sí o por no, acerca de otorgar al Gobernador la suma del poder público que la Legislatura acababa de concederle; 9.316 votos aprobaron la medida y solo 4 ciudadanos votaron en contra; el doctor Diego Estanislao de Zavaleta, el doctor Jacinto Rodríguez Peña, el General Gervasio Espinosa y el químico Juan José Bosch. Al año siguiente, el Deán Zavaleta se instala por un tiempo en Tucumán, con licencia de Rosas, pero regresa a Buenos Aires, y acá le llega su última hora el 24-XII-1842. Sus restos descansan en el panteón de la Catedral porteña.
HISTORIAS DE PARQUE PATRICIOS
El tranvía
El tranvía de tracción animal, fue un factor que facilitó el incremento de las poblaciones trabajadoras en el sur de la ciudad. Hacia 1874, ya funcionaba la línea que unía los “Corrales nuevos” con el “pueblo” de Valentín Alsina. Partía de la Comisaría, y bajaba por Caseros hasta Boedo, allí tomaba el Camino Nuevo ( hoy Saenz), hasta llegar al Puente Alsina, y se internaba en el pueblo. Su recorrido era de ida y vuelta. La incorporación de este transporte, sirvió para que proliferaran los negocios inmobiliarios del gremio de rematadores, quienes ofrecían a los trabajadores “lotes a buen precio”.
Pocos años después, ya eran varias las líneas que partían y llegaban desde y hacia los Corrales. Una de ellas, La Nacional, en el mes de julio de 1874, describía que había realizado “mas de 2.000 viajes transportando a más de 45.000 pasajeros, recorriendo más de 14.000 millas”.
El impulso de los tranvías, y el uso que se le dio, por ejemplo al transportar la carne desde el matadero derivó en que los carreros que hasta entonces transportaban las reses, comenzaran a perder su trabajo.
Con el correr de los años, y la llegada de los tranvías eléctricos, Parque Patricios tuvo en su recorrido a varias de las más importantes de la zona sur; así lo recorrieron la línea 73, que iba de aquí hasta el Jardín Zoológico de Palermo; la 50, que llegaba desde el Parque hasta Retiro, la 9, que unía Retiro, Parque Patricios y Puente Alsina; y la 16 que llegaba desde aquí hasta 25 de Mayo y Cuyo (actual Sarmiento).
El tipo de transporte de aquellos tiempos, fue sin duda piedra fundamental para que nuestros barrios del sur, crecieran al influjo de las clases trabajadoras.
Luego de un suicida intento por desindustrializar nuestro país en los 90´; nuevos cantos de sirena nos quieren convencer, que son más importantes los seudo emprendimientos TIC, que mantener la idiosincrasia de un barrio esencialmente proletario, que necesita poblarse nuevamente, mediante una gran inversión en la construcción de viviendas, para los hijos de esas mismas familias que forjaron su identidad.
Por León Rozitchner *
Néstor Kirchner no hizo, es cierto, la revolución económica que la izquierda anhela: inauguró –nada menos– una nueva genealogía en la historia popular argentina: “Somos hijos de las Madres y las Abuelas de Plaza de Mayo”, nos dijo, abriendo los brazos de una fraternidad perdida. Fue capaz de hacer reverdecer un lugar en el espacio político que, según es pensable, los hombres les debemos a las madres, al menos a las de la primerísima infancia, sin las cuales el anhelo de una vida feliz no hubiera sido posible. Viniendo desde el horror que los asesinos habían marcado en el cuerpo de cada argentino, abrió el lugar a una Justicia que no venía sólo del derecho: venía desde ese “otro derecho” que es un orden previo a la ley que la violencia sostiene, engendrado desde el cuerpo amoroso de las Madres, no del cuerpo del Estado y del Padre Terrible. Esa es desde entonces nuestra nueva ascendencia política. Había que tener, para hacerlo, una fuerza afectiva y un coraje que venía desde más abajo y desde algo más profundo para hacer reverdecer en el cuerpo de la ciudadanía aterrada una imagen de cobijo y de vida (que quizás ya esté madurando sus frutos en el campo político). En esa dramatización sintética con la cual Kirchner inicia su gobierno –la Ultima Escena– dos modelos de Argentina se enfrentan y uno de ellos triunfa cuando la efigie del jefe de los asesinos es bajada a tierra. Podemos decir que fueron las Madres y las Abuelas, todas figuras femeninas, aquellas que en medio del horror implacable, y sólo por salvar a los hijos que habían engendrado, inauguraron un nuevo espacio político –el espacio del amor generoso materno en el campo patriarcal impiadoso–. Las Madres despiertan en casi todos nosotros la promesa de una felicidad perdida que quedó grabada en el fondo del alma. Esas son ahora las premisas históricas y colectivas de nuestro recomienzo: parten desde donde las madres procuran al hijo su cobijo, allí cuando ellas le dan todo sin pedirle nada, por amor al arte, sin equivalentes, ese orden amoroso donde se inicia espontáneamente el derecho a la vida (tan contradictorio y opuesto al capitalismo) y que ese sea el lugar ensoñado de una “vida feliz” que todos –desde San Agustín a Marx– le reconocen a la primera infancia, como si ella relampagueara siempre en un instante de desesperanza. Y es lo que la derecha no podía imaginar siquiera que le pasara a tanta gente cuando muere Kirchner. No entienden a éstas, nuestras madres que lloran con Cristina la muerte de un hombre que por lo menos no quiso ser déspota: que tenía algo de madre y de femenino en su destartalada estampa. Por algo los blancos pañuelos de las Madres fueron el sudario que cubría los restos de Néstor.
Intentemos leer lo que nos está pasando desde esta otra perspectiva, que por incluir lo llamado “subjetivo”, donde el afecto y lo imaginario abren de nuevo la Primera Escena primordial, no es menos material, social y política. Sería deseable que para pensar la política nosotros también bajemos a tierra para buscarla desde nuestro personal origen. El hombre y la mujer, cuando sus cuerpos en verdad se aman y se compenetran, intercambian las figuras de los amores que los hicieron nacer a la vida como semejantes en la diferencia. Así también se hicieron los Fernández-Kirchner: un modelo de pareja humana que corrige y amplía a la pareja del primer peronismo, donde Evita sumisa proclamaba la necesaria adoración al hombre que la había escogido sacándola de la turbiedad de las candilejas porteñas. Ella era sólo el complemento sumiso: hacía por caridad cristiana, para ayudarlo, lo que Perón hacía por ley del Estado, mientras les pedía a los descamisados que lo amaran al Coronel con la misma devoción femenina –no materna– con que ella lo amaba. El, hombre-hombre por un lado, ella mujer-sumisa-amorosa y devota por el otro.
Cristina Fernández es una mujer que se unió a un hombre desde otro lugar corporal histórico: donde el encuentro de la heterogeneidad de los sexos en la militancia temprana no se impuso como sumisión, sino como igualdad dentro de esa diferencia. Seamos objetivos: ambas son dos modelos que una misma matriz política engendra. Cristina no es más buena ni más mala que Evita: es una mujer histórica distinta, aunque algo las una y otro algo las separe. Cristina es un animal político femenino en pie de igualdad con el animal político masculino de su marido Néstor, cosa que no pasaba con Perón y Evita. Ocupa un rango superior a Evita en la escala de Richter de la evolución femenina. Aquí las diferencias no se contraponen, sino que se complementan, como se complementan los cuerpos que al amarse se unen. De allí surge, desde muy abajo, otro modelo político –tiránico o acogedor, según sea la cifra– en los representantes del poder colectivo en el gobierno. Y por eso también desde allí surge ese odio nuevo, tan feroz y mucho más intenso, que se apoderó de gran parte de nuestras clases media y alta argentinas.
Por eso, tantas mujeres sumisas y ahítas de alta y media clase, tan finas y delicadas ellas, no nos ahorran sus miserias cuando se muestran al desnudo al dirigirle sus obscenas diatribas: no ven lo que muestran. Son mujeres esclavas del hombre que las ha adquirido –o ellas lo hicieron– y al que se han unido en turbias transacciones, donde el tanto por ciento y las glándulas se han fusionado en una extraña alquimia convertida en empuje que llaman “amoroso”. La envidian a Cristina desde lo más profundo de sus renunciamientos que el amor “conyugal” exige pero no consuela. Cristina las pone en evidencia a todas: se han quedado, sin jeans que las ciñan, con el culo al aire. Ella tiene, teniendo lo mismo o más de lo que ellas tienen, lo que a todas juntas les falta. Pero saben que tampoco podrían nunca llegar a tenerlo. Por eso, ellas no la envidian: la odian como a una traidora de clase –de clase de mujeres, digo–. La han cubierto de insultos y desprecios: de las ignominias más abyectas que nunca vi salir antes de esas boquitas pintadas de servil encono. Cristina las pone fuera de quicio. Esto también constituye el suelo denso y material de la política, tan unido a la lucha de clases entre ricos y pobres. Ellas también son el resultado de la producción capitalista de sujetos en serie: mercancías femeninas con formas humanas, con su valor de uso y su valor de cambio.
¿Y del odio de sus maridos? De esos machos viriles que ven en Cristina, mezclados con sus maduros atractivos femeninos que les hacen cosquillas desde el cerebro hasta sus partes pudendas, a esa mujer que un flaco feo y bizco ha conquistado, no se la tragan. Primero los humilla que sea el suyo un tipo de mujer que nunca ni siquiera podría posar en ellos su mirada, y que los supera con su inteligencia. Segundo, y como consecuencia, ven avanzar el peligro en la amenaza de un modelo femenino que termine con la sumisión de sus mujeres en las cuales ellos han invertido tanto: toda una vida de negocios turbios y de duro trabajo de oficinas, de atender la clientela, de contar ganado o hectáreas de soja, y de groups financieros para poder “mantenerlas”, como si de amor se tratara esa transacción que los sigue minando por lo bajo y los hace sentir tan vacíos e impotentes y adictos al Viagra. Sienten en la figura femenina desafiante de Cristina –aunque exageren– la revolución en marcha.
¿No ven todos ellos en el nuevo modelo de mujer que Cristina Fernández les ofrece, un desafío, un estado de insubordinación y hasta de guerrillerismo cuando de la liberación de las mujeres y la amenaza del orden amoroso materno alcanza la política? La “seguridad” por la que todo lo establecido clama –desde la CIA y hasta los inversionistas–, ¿no será la que también alimenta la inseguridad de la pareja pequeño y gran burguesa, por más plata que tengan, esa corriente nueva que desciende incontenible como agua turbia que todo lo arrastra, hasta alcanzar el campo de la política que cruje entonces ahora tanto desde abajo como desde arriba? Los hombres honestos y las fieles mujeres y felices estamos en peligro, nos gritan implorando y añorando el terror de las fuerzas represivas: se mueren de miedo. Y ahora, como antes con Evita y ahora con Néstor, prolongando a los asesinos saludan y dan vivas al cáncer y al infarto. Gritan, frente al enemigo, “viva la muerte”, como aquel general franquista durante la guerra civil española. Sienten el peligro, forman un solo bloque con sus hombres: no quieren perder nada.
Si les preguntáramos a muchos de nuestros políticos ¿en qué ha quedado convertida la figura de la madre que les dio la vida?, los hechos contestan. Entre la madre de la infancia y las mujeres, la codicia y el dinero se han interpuesto. Algunos ya no van de putas porque tienen plata, compran las “modelos” y las tienen ahora en casa. Este también es un “modelo” político de la pareja humana en el capitalismo.
Y aquí es entonces cuando volvemos a Cristina Fernández, que no es sólo “de” Kirchner. Es nuestra Presidenta –¿para muchos, acaso, una “madre política”?– que, sobre la estela de nuestras Madres, ha asumido un modelo fraternal distinto en su ser mujer política. Por eso es que quizás tanta gente ve en ella lo que ninguna otra mujer en nuestra escena actual (ni tampoco casi ningún hombre) ha sido capaz de suscitar en nuestra última historia. Quizás el orden amoroso pueda llegar por nuestro afecto y nuestra memoria, ese que venciendo el terror las Madres y Abuelas han abierto para la ciudadanía, a convertirse en la premisa sensible de una nueva voluntad y de un nuevo razonar político: que se abra en la democracia el acogimiento y el fervor de las madres de nuestra primera infancia. Quizás ella con nuestro apoyo logre prolongarlo y, al hacerlo, nuestras propias fuerzas de hombres que recuperan su origen al sostenerla se ahonden. Para sostenerla con nuestro cuerpo sensible del cual el Espíritu Santo nos había despojado de nuestras madres carnales al reemplazarlas con una Madre postiza: exangüe, melancólica y virgen.
Con las nuevas madres y abuelas argentinas ha vuelto a ocupar la escena política esa primera mujer-madre corporal, gozosa y generosa, que todos –hombres y mujeres– hemos tenido para poder llegar a la existencia y ahora a la vida política de la que el terror de Estado nos había distanciado. Es nuestro propio fundamento más hondo el que ha reverdecido con ellas. Quizá la política necesite ahora el apoyo de todos nosotros desde más adentro y desde más abajo. Porque Cristina Fernández-Kirchner ha prolongado y asumido como mujer-madre, y con el hombre que fue su marido, un nuevo modelo social de pareja política. No es poco para recuperar el origen materno del imaginario colectivo que busca una sociabilidad distinta. De todos modos, habremos ahondado un lugar nuevo y más fuerte si, para defendernos, la defendemos: no nos queda otra. Y no he sido ni soy, por eso, “kirchnerista”.
* Filósofo.
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